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Numa

Tragedia en tres actos

Juan Ignacio González del Castillo

 

 

PERSONAJES

 

 

RÓMULO, rey de los romanos.

TACIO, rey de los sabinos.

NUMA POMPILIO, caballero sabino.

TULIA, doncella guerrera, hija del difunto Remo y sobrina de Rómulo.

HERMILIA, hija de Tacio.

OSTILIO, capitán sabino.

MARCELO, capitán romano.

Séquito de guerreros romanos y sabinos.

 

 

 

 

Acto primero

 

La escena representa un frondoso bosque, consagrado al dios Marte. En el fondo, por entre las calles de árboles, se descubre a lo lejos la fábrica de los muros de Roma, y alguna parte de sus edificios.

 

 

Escena I

 

 

RÓMULO, TULIA, NUMA y MARCELO, por la izquierda, con séquito de guerreros romanos. TACIO, HERMILIA, OSTILIO y tropas sabinas salen por el camino de Roma. Mientras se encuentran en el centro de la escena y ocupan sus correspondientes puestos, se oye siempre música militar.

 

 

TACIO ¡Gran Rómulo!

RÓMULO ¡Prudente y justo Tacio!

(Danse las manos.)

 

TACIO ¡Oh cuántas gracias doy a las supremas

deidades!; pues ceñido de laureles

te vuelven a la patria, que desea

verte colgar la victoriosa espada. 5

RÓMULO En vano Roma mi reposo espera.

¿Por ventura imagina que es tan débil,

tan mezquino el espíritu que alienta

el corazón de Rómulo, que estreche,

que limite su imperio y sus empresas 10

al pequeño recinto de estos muros?

¡Cuánto se engaña, Tacio, si lo piensa!

Marte, mi invicto padre, me ha engendrado

sólo para la gloria; y la diadema

que he sabido forjarme, será digna 15

de mi preclara sien, cuando comprenda

en su círculo inmenso todo el Orbe.

Hasta entonces no aguarde que mi diestra

la regia espada envaine, ni que el ocio

de mi cabello arranque la cimera. 20

TACIO Sigue tu inclinación; pero permite

al cansado guerrero alguna tregua.

Deja, pues, que en su hogar se cicatricen

las hondas llagas que aún solapa y cierra

el polvo del combate. Ya diciembre 25

empieza a marchitar las verdes selvas,

a engreír los humildes arroyuelos,

a esparcir por las faldas de las sierras

las perezosas nieves. Luego ¿adónde

pretendes conducir esa caterva 30

de infelices, si un lustro de trabajos

ha consumido sus robustas fuerzas?

RÓMULO ¿Adónde me preguntas? A la cumbre

de la inmortalidad; adonde llegan

los que arrostran constantes los peligros; 35

no las almas vulgares que rastrean,

por el inmundo cieno, los placeres.

TACIO ¡Oh, cuán opuestas son nuestras ideas!

¿Cuál, Rómulo, es tu gloria? ¿Ese fantasma

que vanamente abrazas; que veneras 40

más que a los mismos dioses? Yo te miro

penetrar en su obsequio rudas breñas,

vadear hondos ríos, hollar riscos;

aquí un pueblo reduces a pavesas;

allí talas la mies, dulce esperanza 45

del simple labrador; allá encadenas

la vencida falange; ante tu carro

la Humanidad se humilla; todo tiembla;

todo al fin se anonada; y, victorioso,

te presentas después a nuestras puertas, 50

¿Pero qué puede aquí lisonjearte?

¿La abundancia? No hay brazos que la tierra,

con el arado, rompan. ¿Las matronas?

Casi todas sollozan y lamentan

el desastre del hijo, del consorte. 55

Los huérfanos gimiendo te rodean;

los jóvenes, en fin, ven con espanto

el insufrible afán que les espera,

en esos rostros pálidos, en esos

esqueletos que cercan tus banderas. 60

¿Y ésta es tu gloria, Rómulo? ¿Equivale

la estéril vanidad de tus proezas

a la sangre de un hombre? ¡Qué delirio!

Cada vez que meditas una empresa,

que la ciega ambición te precipita 65

contra la Humanidad, Naturaleza

se estremece, suspira, y se arrepiente

de haber puesto en tus manos la tutela

de tantos infelices como guías

a ser, de una ilusión, funesta presa. 70

RÓMULO Basta ya de lección; y no presumas

que el haber dividido la diadema

contigo, tus delirios autorice.

TACIO Si son delirios, ruégote que seas

con mis cansados años indulgente. 75

Con todo, ilustre Rómulo, quisiera

que apreciases la causa que me obliga

a refrenar tu ardor. Sí; cuando en esa

dilatada llanura, que pomposo

el padre Tíber con sus aguas riega, 80

intentaban romanos y sabinos

terminar con las armas sus querellas,

las matronas sabinas, destrenzadas,

penetrando en tropel por entre densas

pirámides de polvo, y despreciando 85

una lluvia de dardos y saetas,

se arrojaron en medio de ambas haces.

Sus clamores, sus lloros y ternezas

no sólo mitigaron nuestras iras,

pero hicieron también que aquellas diestras 90

que destrozos y horrores anunciaban,

fuesen lazos de fiel benevolencia.

Tú entonces me dijiste: «Noble Tacio;

unamos nuestros pueblos. Roma sea

nuestra patria común. Tus canas dicten 95

las pacíficas leyes, y la guerra

tan sólo agite mi robusto brazo.»

Yo cedí a tus instancias y promesas,

y ocupamos un trono. Desde entonces 100

el romano en mi amor experimenta

los desvelos de un padre, de un monarca

que en sus felicidades se interesa.

Así, cuando lo miro, en un abismo

de inmensos males, suspirar la ausencia 105

de la adorable Paz, que consternada

se cubre el rostro cándido y se aleja

del formidable estruendo de tu carro,

no extrañes que a tus ojos compadezca

su desgraciada suerte, y que mis canas 110

alguna vez, ¡oh Rómulo!, se atrevan

a emprender el delirio (lo confieso)

de suspender tus bélicas tareas.

RÓMULO Suspiráis por la paz; ¿pero qué puede

anhelar un decrépito que apenas 115

sostiene el frágil polvo que lo abruma?

Déjate de consejos. No pretendas

comunicarme el hielo de tus labios.

No me instruyas. Yo sé que el hombre fuera

dichoso, si jamás en sus campiñas 120

se oyese el trueno de la infausta guerra.

Pero el Cielo dispone que los bienes

alternen con los males, y la horrenda,

la furiosa discordia, entre los pueblos

funestos celos y ambiciones siembra. 125

Roma yace en la cuna, y ya la miran

sus vecinos con odio; ya se quejan

de su prosperidad, y ya consultan

los sanguinarios medios de perderla.

Pues antes que la envidia ponga en obra 130

sus pérfidos designios, desvanezca

Roma la tempestad que le amenaza,

y en alimento el tósigo convierta.

Vamos, Marcelo, al templo.

(Vase por el centro con todo el séquito, y TACIO detiene a NUMA.)

 

 

Escena II

 

 

TACIO, NUMA y TULIA.

 

 

TACIO (Con recato.) Espera, Numa

NUMA POMPILIO Mi bien; Tacio me llama.

TULIA No se pierda 135

tan feliz ocasión. Ven a las aras;

ven, Numa; cesarán las ansias nuestras.

NUMA POMPILIO No tardaré en seguirte, dueño mío.

(Vase TULIA por donde los demás.)

 

 

Escena III

 

 

TACIO y NUMA.

 

 

NUMA POMPILIO ¿Qué me ordenas, señor?

TACIO Ya, Numa, observas,

el tedio, el menosprecio, la ojeriza 140

con que escucha mis fieles advertencias

el inflexible Rómulo. En el pecho,

présago el corazón me anuncia extremas

calamidades. Sí, querido Numa;

la ambición, la crueldad y la soberbia 145

que forman el carácter de ese altivo

conquistador, se inflaman, se exasperan,

luchan ya con furor por arrancarse

la máscara que oculta sus violencias.

Un día ha de llegar en que descubran 150

su natural aspecto. ¿Y quién en esa

terrible situación será el apoyo

del mísero sabino? Ya mis fuerzas

el tiempo ha disipado. Flaco y viejo,

vacilo sobre el borde de la huesa; 155

y mi débil cerviz se doblaría

si el acerado yelmo la oprimiera.

Otro brazo es preciso más robusto

para oponerse al choque de esa fiera

que intenta devorarnos. Sí, mi Numa 160

Tu sangre, tus virtudes son las prendas

de nuestra libertad. Desde este instante

confío a tu valor y a tu prudencia

el timón de esta nave que, entre escollos,

difícil rumbo sigue. Yo en la selva, 165

encorvado hacia el polvo que me llama,

pediré sin cesar a las supremas

deidades de Sabinia, que en los brazos

de mi adorada Hermilia...

NUMA POMPILIO Tacio, espera

¡Hermilia!... ¡Cielos santos!...

TACIO ¿Qué te turba! 170

¿Carece, por ventura, de belleza

la heredera de Tacio? ¿No son dignas

sus virtudes del trono?

NUMA POMPILIO Señor, cesa.

No imagines que pueda ser injusto

con los divinos méritos que elevan 175

la posesión de Hermilia. Su hermosura

corresponde a la cándida, a la ingenua

simplicidad de un alma que han formado

las lecciones de Tacio. Mas mi estrella...

Tacio. ¿Por qué enmudeces, Numa? ¿No me debes 180

cuidados paternales? ¿No son éstas,

estas débiles manos las que siempre

te han dirigido por la recta senda

de la santa virtud, después que el hado

te expuso, tierno infante, a la inclemencia 185

de mísera orfandad? Pues ¿por qué dudas?

¿Por qué a un amigo, a un padre, no revelas

tus sentimientos? ¡Ay querido hijo!

Yo sé la natural delicadeza

de tu sencillo pecho, Algún objeto 190

perturba tu quietud. Habla; no temas;

descansa en mi amistad.

NUMA POMPILIO Señor perdona

si yo puedo adorar otra belleza

que la de Hermilia.

TACIO ¡Ah Numa; que has burlado

todas mis esperanzas! ¡Tantas penas 195

por educar al héroe de la patria,

al digno sucesor de la diadema,

al esposo de Hermilia, y este premio

recibe mi vejez! ¡Ah, no creyera

igual ingratitud!

NUMA POMPILIO Señor, no culpes 200

a un desgraciado; culpa a la influencia

del hado, que me arrastra a ser trofeo

de esta ardiente pasión.

TACIO Mas ¿qué sirena

tu razón adormece? ¿Quién a Hermilia

despoja de este triunfo?

NUMA POMPILIO ¡Suerte adversa! 205

¿Por qué me hiciste amarla?

TACIO Acaba, Numa

NUMA POMPILIO Tulia, señor...

TACIO ¿Qué dices? ¿Esa fiera

que instruye el feroz Rómulo en el arte

del horror y el estrago?

NUMA POMPILIO No la ofendas.

Tú no conoces, no, sus sentimientos. 210

TACIO Más que su loco amante. La perversa

¿no vio saltar al golpe de la espada,

por las gradas del trono, la cabeza

del inocente Remo, su buen padre?

¿Y cuál fue su dolor? Besar la diestra 215

del fratricida Rómulo, olvidando

la triste sombra, que venganza anhela.

NUMA POMPILIO Mas ¿qué pudiera hacer la débil Tulia?

TACIO ¿Débil con tan crüel, tan fiera escuela?

Sacude ese letargo. En los peñascos 220

del monte Palatino, entre catervas

de atroces forajidos, fundadores

de este Imperio, que ensanchan las violencias,

se arrulló esa beldad. Sí; cuantas manos

cometían delitos y torpezas 225

en remotos países, acudían

a ser apoyo de la débil huella

de tu adorada Tulia. Tú la has visto

seguir, como una furia, las banderas

del inhumano tío; complacerse 230

en las tristes y trágicas escenas

de sus conquistas, ¡Ahí ¿Fue, Numa, entonces

cuando te cautivó? ¿La hallaste bella

cuando lanzaba el dardo? ¿Cuando hendía

el acerado arnés? ¿Cuando, sangrienta, 235

por montones de estragos penetraba?

¡Quién, dioses inmortales, quién creyera

que en el fatal regazo de la muerte

se arrullase el amor!... Mas ¡qué demencia!

No es amor quien te abrasa. El sacro fuego 240

de este afecto se enciende y se conserva

sólo entre las virtudes. Un impulso,

un apetito, sí, de tu flaqueza

perturba tu razón. Cuando en sus brazos

la nube de tu error se desvanezca, 245

cuando la posesión cubra de hielo

ese ardiente volcán que ahora te quema,

entonces el fastidio, los pesares,

el arrepentimiento, la tristeza

serán los vengadores de la patria, 250

del desprecio de Hermilia, de la ofensa

que haces a mí bondad...

NUMA POMPILIO ¡Oh padre mío!

No aumentes mi congoja

TACIO (Enternecida.) ¡Falso, cesa!

¿Qué quieres de este anciano? ¿Yo tu padre?

¿Por qué con ese nombre me recuerdas 255

mis frustrados desvelos? ¿No rehúsas,

el cetro que te ofrezco? ¿No desprecias

el corazón de Hermilia? ¿No abandonas

a tu afligida patria? ¿Pues qué esperas?

Llámame tu enemigo; y Tacio, entonces, 260

sabrá escucharte, ingrato, con firmeza.

NUMA POMPILIO ¡Cielos! ¿Yo tu enemigo? Nunca, Tacio.

Conozco mi delirio. Tú despiertas

mi aletargado pecho... ¡Pero Tulia!...

Sí; cederá el amor a la obediencia. 265

Yo lo juro, señor, en estas manos

paternales, que riega mi terneza

con amorosas lágrimas... Deidades;

dadme, para cumplirlo, resistencia.

TACIO ¡Qué escucho, justo cielo! ¡Aún resplandecen 270

las virtudes en Numa! ¡Oh hijo, llega

y estréchame en tus brazos! ¿Conque triunfas

de tu ciega pasión?

NUMA POMPILIO ¡Ah! No pretendas

que duplique, señor, con repetirlo,

mi funesto martirio.

TACIO Bien; tu pena 275

quiere algún desahogo. Ya te dejo.

Pero no olvides, Numa, que en la tierra

siempre la dura lid de las pasiones

es la más formidable; y el que quiera

colocarse al nivel de las deidades 280

se debe ejercitar en esta guerra.

 

Escena IV

 

 

NUMA, solo.

 

 

¿Conque ya perdí a Tulia?... ¡La he perdido!...

¡Ay qué horrores se abultan en mi ideal...

¡Sin Tulia!... ¡Sin mi bien!... ¡Ah! ¡Triste día,

no me alumbres; tus luces son funestas!... 285

¿Adónde huiré de mí?.. Robustos troncos,

prestadme, por piedad, vuestra dureza...

Ya no tengo constancia; por instantes

mis ansias, mis dolores se acrecientan...

¿Qué has prometido, Numa? ¿Cómo sabes 290

que en los duros combates que te esperan

triunfará tu virtud?.. Sagrados cielos;

¿cuál será su dolor, cuál su demencia

viendo mi ingratitud? Las blancas manos

torcerá con despecho; y en sus quejas 295

me culpará de falso, de inconstante.

¡Ay!, no es posible, no, que Numa pueda,

Numa, que la idolatra, ver su llanto,

ver su amargo dolor con entereza.

No podré resistir.. Tú, amada Tulia, 300

borrarás con tus ojos mis promesas;

tú me verás postrado, reiterando

los amorosos votos, las ternezas,

los juramentos... ¡Ah!, ¿qué he proferido?

¿Ya me olvido de Tacio? ¿Ya desprecias 305

la voz del patriotismo, infeliz Numa?

El amor, los afanes, las finezas

de un rey que me ha educado, que me ofrece

la mano de su hija, que me entrega

su cetro y que su pueblo me confía, 310

¿no merecen la heroica recompensa,

el grande sacrificio de vencerme,

de ahogar esta pasión? ¡Dura sentencia

pronuncia mi deber! Tulia; permite

que triunfe la virtud Mas, ¡ay!, no creas 315

que llores sin venganza tus agravios...

Pronto, pronto, mi bien, verás deshecha

la pesada cadena de mis días

al impulso fatal de tantas penas.

 

Escena V

 

 

NUMA y TULIA.

 

 

TULIA ¿Qué haces, mi bien?

NUMA POMPILIO ¡Qué miro, cielos! ¿Dónde, 320

dónde me esconderé de su belleza?

TULIA Detente, dulce dueño. ¿Adónde partes

con tanta agitación? Rómulo espera

con los sacros ministros, para unirnos.

NUMA POMPILIO ¿Qué dices?

TULIA No lo extrañes. Él proyecta 325

ocupar sólo el trono; y recelando

que tu valor se oponga a sus ideas,

solicita ganar por este medio

tu corazón. Ven, Numa; ¿qué recelas?

¿No me sigues?

NUMA POMPILIO ¡Ah Tulia! No me aflijas. 330

Déjame por piedad... El Cielo ordena

que te pierda, y no cese de adorarte.

TULIA ¡Qué oigo, dioses!¡Perderme?¿Quién intenta

un lazo desatar que amor ha unido?

¿Quién será el insensato que pretenda 335

irritar mi pasión?

NUMA POMPILIO ¡Ah! Por los dioses

te suplico, mi bien, que me aborrezcas,

que a un infeliz olvides, y respetes

los decretos del hado

TULIA ¡Ingrato; cesa,

y no dores con vanas permisiones 340

tu falsedad! ¿Qué numen se interesa

en desunir dos almas? ¿Te ha mandado

algún mensaje el Cielo, en que te ordena

la traición, el perjurio, la inconstancia?

Perverso; no profane tu vil lengua 345

los divinos decretos. Di que faltas

a la fe prometida, que atropellas

los juramentos, sí, que eres mudable,

fementido, traidor... ¡Ay!, que me incendian

el corazón las furias... El abismo 350

todos sus monstruos en mi pecho alberga...

¡Crédula!... ¡Que escuchase los halagos

de un alma tan infiel!... ¿Por qué la tierra

entonces no se abrió bajo mis plantas?

¿Por qué sus rayos en la sacra diestra 355

tuvo ociosos el Padre Omnipotente?...

Pero no; no te jactes. Falso; tiembla

los rigores de Tulia. Te declaro

un eterno rencor. Sí; como fiera

me lanzaré a tu pecho, donde ansioso 360

mi ardiente labio de tu sangre beba.

Yo te lo juro, Numa; yo lo juro

a los Genios que guardan estas selvas;

lo juro al sumo Jove...

NUMA POMPILIO (De rodillas, tomándole la mano.) Tulia mía;

cesa de atormentarme... ¡Oh, si pudiera 365

mostrarte el corazón! ¿Ingrato Numa?

¿Fementido con Tulia?... ¡Ah!, no suspendas

tu venganza; mas hiéreme creyendo

que eres mi único bien.

TULIA. (Retirando la mano.) Aleve; suelta,

cierra el labio falaz, o ¡vive el cielo 370

que si vuelves con falsas apariencias

a seducir mi pecho...!

 

Escena VI

 

 

TULIA empuña la espada, a cuyo tiempo sale HERMILIA por la parte del templo, y dando un grito corre a los pies de TULIA, y le detiene la acción. NUMA se levanta haciendo un ademán de despecho.

 

 

HERMILIA Tente, Tulia.

NUMA POMPILIO ¡Que aún el alivio de morir no tenga!

TULIA Alza del suelo, Hermilia... Mas, ¡oh dioses!

¡Qué palidez!... ¡Respira! Vuelvan, vuelvan 375

(Con ironía amarga.)

 

a florecer, sabina, los jazmines;

vuelvan a renacer las azucenas.

¡Oh!, pese a mi despecho que ha inmutado,

tan hermoso semblante. Ya no temas.

Numa vive... ¿Pretendes más de Tulia? 380

HERMILIA Entiendo tu lenguaje; y ya me pesa

que mi impetuoso arrojo interrumpiese

tan deliciosa lid. Sigan las quejas,

y hasta las amenazas, pues que Numa

tiene en tu misma espada su defensa. 385

Pero, con todo, advierte que las armas

del iracundo Marte son ajenas

de las guerras de amor, donde tan sólo

con suspiros y lloros se pelea.

(TULIA empuña la espada en acción de seguirla, y NUMA la detiene.)

 

 

Escena VII

 

 

TULIA y NUMA.

 

 

TULIA Espera, osada Hermilia...

NUMA POMPILIO Dueño mío; 390

TULIA modera tu despecho.

¡Yo estoy ciega!

¿ya, qué dudo?... Sus ojos... Aquel tono...

(Reflexionando con inquietud.)

 

Su sobresalto... Sí; cierta es mi ofensa.

Por fin, Numa, el acaso ha descubierto

tan oculto misterio. Las finezas 395

de una sabina llevan en su abono

la gracia nacional que te embelesa.

Pero, ¿por qué, mudable, interrumpiste

mi venturosa calma? Tus cautelas

me hicieron detestar el ronco acento 400

del bélico clarín. Sólo las selvas,

las silenciosas grutas, los retiros,

que nuestro amor buscaba, aquéllos eran

mi centro y mi delicia. Allí, sentados,

arrojando los yelmos en la hierba, 405

entre tiernos suspiros me decías

que, luego que la guerra suspendiera

sus sangrientos horrores, en placeres

convertidas serían nuestras penas.

Pues bien; ya en Roma estamos; ya el guerrero 410

no vela con la pica; ya no suena

la belicosa trompa. Di, engañoso,

(Empieza a enternecerse.)

 

¿qué se han hecho tus ayes y promesas?

Burlar mi confianza; abandonarme; (Llora.)

posponerme a otro amor. ¡Triste! ¿Son éstas 415

las glorias de la paz que me anunciabas?

¿En qué faltó mi fe?... Mas ¡qué flaqueza!

¡Llanto en mis ojos! ¿Cuándo? Horrores, furias,

desastres pronostican estas fieras,

estas funestas lágrimas que vierto. 420

Yo haré que mi enemiga se arrepienta

de su triunfo; yo haré...

NUMA POMPILIO No; no te agravia

la infeliz. Oye, y luego nos condena.

Tacio nos une; Tacio, que en mis manos

pone del reino las pesadas riendas. 425

Hoy me impuso el precepto. Quizá Hermilia

se acercará a las aras con violencia...

¡Quién sabe! Quizá llora, como lloro,

un desgraciado amor.

TULIA No la defiendas.

Ya todo lo penetro. Ella te ama; 430

te ofrece una corona; y tú la aceptas.

Pérfido; tu ambición más te envilece.

Si la amaras, ingrato siempre fueras

con la burlada Tulia; ¡mas, dejarme

por un vil interés!...

NUMA POMPILIO Crüel; ¿tal piensas 435

del generoso Numa?

TULIA Pues qué, aleve;

¿pretenderás decir que la obediencia

te arrastra a tan odioso sacrificio?

Fementido; conozco tus cautelas.

Ni Tacio te obligara, ni su hija 440

involuntaria al tálamo subiera,

si tú no fueses débil. Pero, injusto,

la corona y la púrpura que anhelas

no halagarán tu orgullo. La codicia

de Rómulo pondrá su altiva huella 445

sobre el trono sabino; y estas manos

te forjarán, ingrato, la cadena.

(Vase por el camino de Roma.)

 

 

Escena VIII

 

 

NUMA, solo.

 

 

¿Habéis saciado ya, funestos dioses,

vuestra terrible cólera? ¿Qué senda

puedes, Numa, tomar donde no encuentres 450

fatales precipicios? Sólo resta

la muerte a mi dolor... Mas, ¡ay!, que nunca

fulmina, al que la invoca, su saeta.

 

Escena IX

 

 

NUMA, RÓMULO, TACIO, MARCELO, OSTILIO y séquitos romano y sabino.

 

 

RÓMULO ¿Qué es esto, amado Numa? En este día

de plácido reposo, ¿cómo dejas 455

el lado de un amigo, que procura

darte el hermoso premio que deseas?

NUMA POMPILIO ¿Yo premio, invicto Rómulo? No agravies

el noble amor de gloria, que me eleva

sobre todos los riesgos. Numa, sólo 460

de sus mismas hazañas se alimenta.

RÓMULO Sin embargo, es muy justo que mis dones

distingan a un guerrero que en la arena

de los héroes, mis ínclitos laureles

con afán y sudor cultiva y riega. 465

Y, así, fuera del cetro, yo no encuentro

más sublime, más dulce recompensa

que la mano de Tulia... No te turbes,

amado Numa ¿Acaso, di, recelas

que el contacto del mirto y de la rosa 470

empañe el esplendor de la cimera?

Desecha esos escrúpulos, pues tienes

el ejemplo de Marte y Citerea;

fuera de que yo sé que la alma Venus

no es para Numa tan funesta estrella. 475

NUMA POMPILIO Señor.. ¿Qué le diré? Crüeles hados;

¿aún hay más torcedores? ¡Dura prueba

con un alma afligida!

RÓMULO ¿Qué vacilas?

Ven a Roma a encender las sacras teas.

Tulia espera tus brazos. ¿Enmudeces? 480

TACIO Su silencio, gran Rómulo, dispensa.

Yo que conozco bien sus sentimientos,

que sé su pundonor, y las ideas

que debe a mi enseñanza, considero

la lucha que a su espíritu consterna. 485

No debes extrañarlo. Una ventura

que excede sus deseos; una oferta

que aún el divino Marte envidiaría,

es forzoso que el ánimo suspendan

entre la vanidad de conseguirlas 490

y la incapacidad de poseerlas.

RÓMULO ¿Qué enigma es éste, Tacio?

TACIO No te alteres,

y sabrás mis designios.

NUMA POMPILIO ¡Dura estrella!

TACIO Yo siento, ilustre Rómulo, que el tiempo

entre sus pies veloces me atropella, 495

y que toco la orilla del sepulcro.

En este triste estado, ya la diestra

se rinde al peso del dorado cetro;

ya la arrugada frente se doblega

bajo de la corona, y ya mi labio 500

en las leyes imprime su torpeza.

¡Oh! ¡Qué diverso estoy de aquel que un tiempo,

en medio de las trágicas miserias

que la guerra acaudilla, cultivaba

los frutos de la paz! Mas todo cesa; 505

todo se acaba en fin. Hoy sólo aspiro

a gozar los momentos que me restan

en tranquilo reposo, preparando

mi decorosa tumba. Mas la tierna

edad de Hermilia, su inexperto sexo, 510

y, en fin, su natural delicadeza

exigen un esposo en cuyos hombros

la mole del gobierno se sostenga.

Éste es Numa, señor; y, así, perdona

si el deber que a su patria lo encadena 515

le obliga a posponer en este empeño

tan sublime, tan dulce recompensa.

RÓMULO ¿Conque el indócil Tacio se complace

sólo en contradecirme? ¿Quién creyera

tanto orgullo y audacia en un caduco? 520

¿Pero de qué me admiro? Mi prudencia,

mi dulzura y bondad la causa han sido

de haber osado erguir vuestra soberbia

la envanecida frente. ¿Ya qué falta

sino que, en el Senado, Roma vea 525

dictar leyes a Tacio desde el trono,

y a Rómulo, postrado, obedecerlas?

Yo, yo tengo la culpa; yo que, incauto,

desprecié, a los principios, la centella

que arrojó vuestra oculta altanería. 530

Pero si te ha engreído la indolencia

con que he visto mi cetro obscurecido

a la sombra del tuyo, todos sepan

que tú terminarás la larga serie

de los reyes sabinos. Tacio; reina 535

todo el tiempo que el hado te ha prescrito;

pero cuando en la pira se conviertan

tus miembros en cenizas, mis hazañas

herederas serán de tu diadema.

(Vase con los romanos.)

 

 

Escena X

 

 

TACIO, NUMA, OSTILIO y SABINOS.

 

 

NUMA POMPILIO Echaste, suerte injusta, todo el resto. 540

TACIO En fin, sabinos; reventó ya el Etna

que apenas humeaba. Los tiranos

presentan a los pueblos la moneda

de una falaz virtud, para que, incautos,

su dulce libertad alegres vendan; 545

mas ¡ay del infeliz que el torpe dolo,

cual vosotros, descubre! Entonces cesa

la falsa probidad, y el despotismo

con todos sus horrores se despliega.

En efecto, ya Rómulo nos habla 550

en su funesto idioma; ya os presenta

el insufrible yugo. El plazo es corto.

Acaso en la voluble aguzadera

se afila ya el puñal que ha de esgrimirse

contra mi débil pecho. La sospecha 555

de un crimen, en quien siempre los maquina,

tiene todo el aspecto de evidencia.

Debemos recelarlo. Y bien, sabinos;

¿qué pensáis de la suerte que os espera?

¿Imagináis que Roma se declare 560

vuestra amorosa madre? ¿Que os conceda

privilegios y honores? ¿Que os adorne

con todo el esplendor de su grandeza?

¡Qué error, sabinos! Los altivos pueblos,

que con las duras leyes de la fuerza 565

justificar pretenden sus conquistas,

no miran los países que sujetan

como ramas de un tronco, sino como

humildes y viciosas hierbezuelas

que, arrimadas al árbol, sólo sirven 570

para indicar más bien su corpulencia.

Vosotros viviréis con los romanos

dentro de unas murallas; en la guerra

mezclaréis vuestra sangre con la suya;

regaréis las campiñas y praderas 575

con un mismo sudor; mas no esperéis

de sus victorias, auges y riquezas

otro fruto más grato que el desprecio,

que la dura injusticia, que la ofensa,

que el mote de sabinos, cuyo nombre 580

será, sí, la mayor de las afrentas.

Y qué, ¿seréis tan viles que, indolentes,

consumiréis la vida en la tarea

de enriquecer las manos que os ultrajen?

¿Veréis, sin exhalar ardientes quejas,

crecer en pobre hogar vuestros hijuelos 585

para arrastrarlos luego a ser ofrendas

de la ambición de Roma? ¿Sufriréis

que las antiguas glorias, las proezas

con que os ennoblecieron vuestros padres,

al soplo de la infamia desparezcan? 590

¡No permitan los dioses que, en los brazos

de una turba de esclavos, se desprenda

mi fatigado espíritu! Primero

sobre vuestros cadáveres me hiera

la espada del romano. Sí, sabinos; 595

todos morir debemos en defensa

de nuestra libertad. ¿Cuál es el hombre

que, a su voz poderosa, no se sienta

con las fuerzas de Alcides, que no anime

un rescoldo en el pecho? Yo, que apenas 600

conservo algún calor en este frágil

esqueleto que el tiempo encorva y hiela,

siento ya discurrir desde este instante

un fuego celestial de vena en vena.

Ea, nobles sabinos; este bosque 605

ha de ser nuestra tumba, o la palestra

del más glorioso triunfo que celebren

los fastos de Sabinia. Nadie tema;

que nuestra es la justicia. Las deidades

apartarán los dardos y saetas 610

de nuestros pechos; y el tonante Jove,

desde la alta región de las estrellas,

a un leve movimiento de su frente

hará que caigan en menudas piezas

las legiones romanas. No dudemos 615

de su equidad. Corramos a la empresa

llenos de confianza... Mas si acaso

hay alguno que al riesgo retroceda;

si hay alguno tan débil que a la muerte

anteponga la infamia y la cadena, 620

¿qué aguarda entre nosotros? Que se marque

con la negra señal de su vileza;

que se arrastre a los pies de un duro dueño

como torpe reptil. Ésa es la senda

que conduce a los hierros. Que se vaya; 625

no nos insulte más con su presencia.

Sabinos, elegid; son dos extremos:

aquí todo es honor; allí es afrenta.

SABINOS El morir elegimos...

OSTILIO Justo Tacio,

no dudes del valor que manifiestan 630

tus leales vasallos. El sabino

conserva en su carácter la entereza

que le inspiran tus leyes: unas leyes

que el vicio impiden, la virtud enseñan.

Y, así, jamás podrá besar la planta 635

de un ambicioso dueño que pretenda

en la torpe ignominia embrutecerlo

para atarle a su carro, como fiera.

TACIO Eso sí, nobles almas; perezcamos

antes que la ambición nos veje y hiera 640

con su cetro de hierro. Vuestro rey

el ejemplo os dará; seguid sus huellas.

¿Mas tú enmudeces, Numa?

NUMA POMPILIO Tú conoces

todos mis sentimientos. En la extrema

calamidad que aflige a mis patricios, 645

Numa de su deber sólo se acuerda.

TACIO Pues algunas partidas se dirijan

a los vecinos pueblos, donde puedan

algunas provisiones preparamos.

Nosotros, entretanto, con cautela 650

entraremos en Roma; y esta noche,

cuando medie la luna su carrera,

podremos conducir lo más precioso

de nuestros cortos bienes a esta selva,

de donde partiremos en buen orden 655

a buscar otros lares, aunque sea

sobre las altas nieves de la Escitia

o del África ardiente en las arenas.

OSTILIO Tu prudencia, señor, es nuestro norte.

TACIO Pues, heroicos sabinos, a la empresa. 660

OSTILIO La muerte nos es grata.

NUMA POMPILIO Nuestra patria

su libertad conserve, aunque yo muera.

TACIO Númenes tutelares de Sabinia;

la justicia nos arma; protegedla.

Acto segundo

La misma escena del bosque sagrado, con vista de los muros de Roma. Las tiendas de los sabinos a la izquierda. La de TACIO en primer término, y cuyo vestíbulo, formado de un toldo de púrpura, asido de los árboles y sus puntas apabellonadas por los troncos, se extenderá hasta la mitad del teatro.

 

 

Escena I

 

 

TACIO y HERMILIA.

 

 

HERMILIA ¿Qué esperamos, señor? ¿Por qué motivo 665

no te alejas del bosque? Mucho temo

los rigores de Rómulo.

TACIO No es fácil

ejecutar, Hermilia, tu consejo.

La suma vigilancia del tirano

descubrió nuestra fuga; y al momento,

como hambriento león que los balidos 670

del tierno recental sigue a lo lejos,

así salió de Roma en nuestro alcance.

Retardaban el paso a mis guerreros,

ya la esposa, que asida de la diestra

tropezaba en las peñas; ya el hijuelo, 675

que con su acerbo llanto humedecía

el acerado arnés; ya, en fin, el viejo,

a quien el torpe báculo guiaba;.

y, así, en breve escuchamos el estruendo,

de las romanas armas, y las voces 680

con que aplaudían ya su vencimiento.

Yo, en fin, para evitar nuestra rüina

formo mis escuadrones; y, resuelto,

con la ronca trompeta lo provoco;

mas el astuto Rómulo, temiendo 685

empeñar un combate entre las sombras,

detuvo hasta la aurora su ardimiento.

Nuestras segures cortan entretanto

las gruesas hayas, los antiguos fresnos

que el rito de este bosque defendía; 690

de suerte que, al dorar el padre Febo

las elevadas cumbres, el romano

halló un antemural de unidos leños,

capaz de contener su fiero orgullo.

Sentó su campo entonces, guarneciendo 695

las lomas inmediatas, desde donde

atalaya y observa tan atento

todas nuestras acciones, que no es dable

la marcha proseguir sin que, primero,

decida una batalla si Sabinia 700

debe adorar de Roma los decretos.

HERMILIA ¡Oh, si nos concedieran las deidades

siquiera el triste asilo de un desierto,

donde en humildes chozas de retama

tantos tronos tuvieses como pechos! 705

TACIO No, Hermilia, no me envidies el reposo.

Numa y tú reinaréis, si acaso el Cielo

se nos muestra propicio.

HERMILIA Pero, padre,

¿pudiera ser dichosa poseyendo

un corazón herido de otra flecha? 710

¡Ay, cuál fuera mi afán, y cuál su tedio;

pues prisiones, señor, que amor no labra

son insufribles y pesados hierros!

TACIO No receles, Hermilia. Las violentas

pasiones nunca duran mucho tiempo. 715

Numa suspirará; mas tus virtudes

tienen siempre seguro el vencimiento.

 

Escena II

 

 

TACIO, HERMILIA, NUMA y OSTILIO.

 

 

NUMA POMPILIO Rómulo se dirige, enarbolando

la pacífica oliva, al campo nuestro.

TACIO ¿Qué pretende el tirano? ¿Solicita 720

con su falsa elocuencia someternos

al yugo que nos forja? ¿O se persuade

desarmar fácilmente nuestro esfuerzo

con vanas amenazas? Lo conozco.

No podrá alucinarme. En este puesto 725

lo aguardo. Parte, Numa, a conducirlo.

Y tú, Ostilio, coloca mis guerreros

en torno del vestíbulo.

 

Escena III

 

 

TACIO, HERMILIA y OSTILIO, que coloca las guardias sabinas alrededor de la tienda.

 

 

HERMILIA Aun me anima

la esperanza, señor, de algún convenio.

¿Quién sabe si los dioses...?

TACIO Sí; los dioses 730

pueden hacer que moren en un lecho

el cordero y el lobo; pero mientras

no deje de reinar la edad de hierro,

debe el hombre prudente en los peligros

esperar con cautela los portentos. 735

 

Escena IV

 

 

TACIO, HERMILIA, OSTILIO, NUMA, TULIA, y RÓMULO con un ramo de oliva.

 

 

RÓMULO Jamás imaginé, prudente Tacio,

declararte mis quejas en un cerco

de amenazantes picas, y a la sombra

de este sagrado ramo. Mas ya veo

que los hombres crüeles, los que llenan 740

de terror y de sangre al Universo

con sus fatales triunfos, sacrifican

a la santa amistad unos afectos

más ilustres, más dulces, más sencillos,

que los de esos espíritus modestos 745

que en público predican las virtudes

e idolatran los vicios en secreto.

TACIO (Haciéndole señal de sentarse en unos escaños que han acercado)

Así será, gran Rómulo. Mas dime,

por que nuestras ideas confrontemos:

¿qué es la santa amistad? ¿Es, por ventura, 750

un simulado ardid, un torpe medio

de someter los cuellos que rehúsan

su tiránico yugo? ¿Es un pretexto.

que busca la ambición para lanzarse

como infernal harpía sobre un cetro, 755

cuyo claro esplendor provoca y mueve

su atroz voracidad? ¿Es, pues, un velo

que tiende cautelosa la injusticia

sobre la falsedad y el vilipendio,

con que ábate y ultraja la inocencia, 760

con que inculca y viola los derechos

de unos pueblos que nacen, que respiran

en dulce libertad? Yo te confieso

que si ésta es la amistad, Tacio te debe

los más puros y fieles sentimientos; 765

pero si, como juzgo, sus colores

son el desinterés, el fino afecto,

la mutua confianza, la franqueza

y la simple verdad, duda no tengo

de que creo mi enemigo. Sí; no fío 770

de tus dobles palabras; me estremezco

al verte en mi presencia; y esas picas,

esas fuertes espadas, esos yelmos,

aun me parecen débiles recursos

para las fieras artes de tu pecho. 775

RÓMULO No ceses de ultrajarme si así halagas

la implacable ojeriza que tan negros,

tan horribles colores ha prestado

a tu duro pincel. ¿Hay más dicterios?

Tirano, injusto, avaro, un fiero monstruo, 780

ante tu tribunal hoy comparezco.

¿Pero quién me condena? Sólo Tacio;

Tacio, que dicta leyes en mi reino;

Tacio, que ocupa parte de mi trono;

Tacio, en fin, por quien sudo, por quien vierto 785

mi sangre en los combates. ¡Quién creyera

que tan rígido fueses! Mas ya veo

mi crimen capital. ¡Qué fatuo! Dije

que, así que descansases en el seno

de los dioses, romanos y sabinos 790

habían de obedecer a un solo dueño.

Esta es mi culpa, sí. Pero ¿en qué, Tacio,

perjudicarte pueden mis intentos?

¿Quieres aún gobernar, desde la urna,

el pueblo y el Senado? ¿Tendrás celos, 795

ya convertido en polvo, de que empuñe

viviente mano tu adorado cetro?

No te juzgo tan débil. Es preciso

que resuelvas nombrar un heredero

que imite tus virtudes. ¿Y quién puede 800

ser más digno que Rómulo? ¿Mi esfuerzo

no sabrá conservar el claro lustre

de tus predecesores? ¿En mi celo

no hallarán los sabinos un buen padre,

un vigilante rey?

TACIO Pero extranjero. 805

¡Ah Rómulo! ¿No sabes que los hombres

amamos ciegamente los objetos

que al salir de la cuna nos sorprenden?

¿Ignoras que jamás borran los tiempos

las primeras ideas que, en la cera 810

de la tierna niñez, estampa el sello

de nuestra educación? Di: ¿qué sabino

no verá derribar con sentimiento

el augusto dosel que a tanta costa

elevaron sus ínclitos abuelos? 815

Yo lo miro correr hacia la tumba

donde descansan los helados restos

de sus héroes; yo escucho sus gemidos:

«Padres, clama llorando, vuestro esfuerzo

fue inútil a la patria, a vuestros hijos 820

y a vuestra misma gloria. Ved el suelo

que vuestra ilustre sangre ha fecundado

tributar hoy sus frutos al que ha puesto

sobre nuestra cerviz la dura planta.

¿No veis desnudos los sagrados templos, 825

de los ricos despojos que colgaron

vuestras manos triunfantes? ¿Qué se han hecho

los metales, las piedras, que en columnas,

en lápidas y estatuas defendieron

del choque de los siglos vuestros timbres? 830

¡Ay, que el precioso polvo de esos huesos

ha perdido su lustre, y sólo sirve

para causarnos trágicos recuerdos!»

Tales serán, ¡oh Rómulo!, los gritos

del mísero sabino; justo duelo 835

de su eterna desgracia. ¿Y con qué voces

podrás justificar en ningún tiempo

semejante violencia? ¿Dónde hallaste,

si la fuerza exceptúas, un derecho

que tales tiranías autorice? 840

RÓMULO En el libro de todos los guerreros.

Yo no examino leyes, sino sigo

las que abrazan los héroes, cuyos hechos

se respetan y aplauden en el Orbe.

Desengáñate al fin. Cuantos Imperios 845

en su luciente giro el sol registra

tuvieron breve cuna, o en el hueco

de un cortezudo tronco, o en la quiebra

de una encorvada peña; pero luego

que en brazos de la gloria comenzaron 850

a gustar el dulcísimo alimento

de las grandes victorias, de tal suerte

desenrollaron sus robustos miembros,

que, colosos enormes, hoy oprimen

los montes y los mares con su peso. 855

Estos ejemplos, Tacio, me convencen

más que todas tus voces; y supuesto

que Roma está en la infancia, que ahora debe

desplegar su estatura, doble el cuello

la decrépita Italia, y no pretenda 860

murmurar lo que admira el Universo.

TACIO Poco me importa, Rómulo, que Italia,

toda la tierra sirva de sustento

a tu loca ambición, como Sabinia

su libertad conserve. Sí; yo creo 865

que mis votos se cumplan, porque antes

que Roma entre sus bárbaros trofeos

numere a los sabinos, despechados

prometemos lidiar; mas lidiaremos

teniendo a nuestra espalda las matronas 870

que, armadas de puñales, al momento

que nos miren exánimes, de un golpe

clavarán nuestros hijos a sus pechos,

para que no le quede a tu injusticia

sino la vanidad del vencimiento. 875

RÓMULO ¿Y tú eres el humano? ¿El que detesta

los estragos? ¡Crüel! Yo me estremezco

al contemplar la imagen que tú pintas

con tal serenidad. ¿Quién tan horrendo

designio te ha inspirado?

TACIO ¿Quién, preguntas? 880

Tu tirana ambición. Sí; yo detesto

los males de la guerra. Con mi sangre

compraría la paz del Universo.

Pero cuando se trata de oprimirnos,

de igualarnos al bruto, destruyendo 885

los lazos que nos unen con la patria,

no piedades, no dulces sentimientos

mi corazón ocupan, sino horrores,

iras, destrozos, todos los despechos

de una fiera que, herida y acosada, 890

vibra en torno las garras en el viento.

RÓMULO Admiro en ti ese ardor, esa constancia

que no sabré imitar. No quiera el Cielo

que dos pueblos amigos se destrocen

por un vano capricho, un devaneo 895

de sus ciegos caudillos. ¡Ah buen Tacio!

Mitíguense las iras. Haya un medio,

y ahorremos tanta sangre. ¿Qué pretendes?

TACIO La libertad perpetua de mi pueblo.

RÓMULO Yo no pensé jamás esclavizarlo. 900

Los cielos son testigos. Mas supuesto

que llaman los sabinos servidumbre

obedecer a Rómulo, no intento

violentar su albedrío. Vivan libres,

reservándose Roma el privilegio 905

de elegirles monarca, si la muerte

se lo impide al que reine.

Me convengo.

RÓMULO Sólo sí te suplico que permitas

la unión de Numa y Tulia. Comencemos

a estrechar la amistad de ambas naciones 910

con los más dulces vínculos, haciendo

venturosas dos almas que se abrasan,

holocaustos de amor, en blando fuego.

TACIO Pero Numa.

RÓMULO ¿Qué dudas? Entre tantos

próceres y magnánimos guerreros, 915

hay muchos cuyas ínclitas virtudes

merecedoras son del alto premio

que a Numa preparabas.

TACIO No lo ignoro...

Mas mi amor paternal... Tantos desvelos...

¡Ah!, que perder a Numa es sacrificio 920

que tan sólo la paz puede obtenerlo.

En fin, cedo a tu instancia.

NUMA POMPILIO Justos dioses;

vuestra clemencia adoro.

Crueles celos

mi ventura envenenan.

HERMILIA ¡Ah, qué en breve

todas mis esperanzas fenecieron! 925

RÓMULO Pues, Tacio, si los jueces de los reyes

son las altas deidades, en el templo

de Marte será justo que los pactos

con el himno y la víctima sellemos.

TACIO Dondequiera que estoy sé que los dioses 930

mis acciones observan, y procedo

con la santa verdad que les es grata.

Pero desvanezcamos tus recelos.

Lleguemos al altar, y el sacro numen

que penetra los íntimos secretos 935

del corazón humano, con su dardo

castigue al violador del juramento.

RÓMULO El justo nunca teme. Ve a las aras,

que en ellas con la víctima te espero.

 

Escena V

 

 

TACIO, NUMA, OSTILIO, HERMILIA y SABINOS.

 

 

TACIO Ya te sigo, gran Rómulo. Sabinos; 940

yo bien sé que jamás disfrutaremos

de una perfecta paz, mientras de Roma

no nos separen piélagos inmensos.

Sé que miente el tirano. Sus crueldades,

su implacable ambición, su altivo genio, 945

no es posible, sin dolo, que dividan

con un mortal la gloria y el Imperio.

Mas vuestra situación, el riesgo, el trance

me obligan a ceder. Sabinos; esto

tan sólo es prolongar el triste plazo 950

del choque y del horror. Conque velemos;

no apartemos los ojos de ese monstruo,

que intenta cauteloso adormecernos

para más a placer despedazamos.

Todos siempre tengamos junto al lecho 955

el escudo y la espada; nadie cuelgue

la coraza ni el casco, pues recelo

que la señal de armarse será el golpe,

y el momento terrible no está lejos.

OSTILIO Nosotros viviremos vigilantes; 960

y, en siendo necesario, venderemos

nuestras vidas muy caras.

TACIO Ven, Ostilio,

y verás el impío atrevimiento

con que un mortal perjura ante los dioses.

Tú, Noma, permanece en este puesto, 965

y custodia por último servicio

estas tristes familias, mientras vuelvo.

 

Escena VI

 

 

NUMA y HERMILIA.

 

 

NUMA POMPILIO Duro amor, ¿de qué sirven tus delicias,

si gloria y patria por gustarlas pierdo?

HERMILIA Sólo tú debes, Numa, de estas paces, 970

recibir parabienes. Nuestro pueblo

no mejora de suerte, pues conoce

la amistad del romano; y los convenios

más sobresalto que alborozo infunden.

Yo he salido también de un devaneo, 975

de una amable ilusión que me pintaba

menos terribles los presentes riesgos;

de suerte que los hados han cambiado

de circunstancias, pero no de objeto.

Sólo tú eres dichoso, lo repito; 980

tú, que al pie del altar oirás el eco

de un sí que tanto anhelas, que termina

todos tus ayes, todos tus tormentos.

NUMA POMPILIO ¿Y juzgas, bella Hermilia, que tranquilo

al suspirado tálamo me acerco, 985

yo, que miro los males de mi patria?

No agravies, ¡ay de mi!, con tal concepto

mi noble corazón. Si a los altares

lleva mi infausto amor algún consuelo,

solamente se cifra en la esperanza 990

de poder conseguir por este medio

la salud de Sabinia.

HERMILIA Calla, Noma;

¿piensas tú que nosotros estimemos

una salud precaria? ¿Conque estriba

nuestra felicidad (¡de pena muero!) 995

en las dulces ternezas que tu labio

tribute a una orgullosa? No; los buenos,

los honrados sabinos no acostumbran

a comprar su justicia a tan vil precio.

¿Tú patriotismo? Pérfido; no finjas. 1000

Si querías libramos de los hierros,

del baldón con que Rómulo nos trata,

¿por qué rehusaste, ingrato, el regio cetro

que te ofreció mi padre? ¿Por qué, aleve,

no mostraste el valor, el ardimiento 1005

que Tulia te inspiró, cuando seguías

al compás del clarín su hermoso ceño?

Yo entonces, ¡ay!, yo entonces, aunque débil,

te hubiera acompañado entre los riesgos,

animado en las lides, defendido 1010

de los mortales tiros con mi pecho.

Mas ¿qué digo? Perdona si mis ansias

interrumpen los dulces pensamientos

que a las próximas dichas anteceden.

Haces bien; tú la adoras; tú eres dueño 1015

de su albedrío. Goza, feliz Numa,

goza tan alto bien; y nuestro duelo

termine con la muerte. No te culpo.

Tu destino es amar, gemir el nuestro. (Vase.)

NUMA POMPILIO Aguarda, bella Hermilia.

 

Escena VII

 

 

NUMA y TULIA.

 

 

TULIA Tente, ingrato; 1020

escúchame un instante, y sigue luego

a tu dulce tirana.

NUMA POMPILIO Dueño mío,

¿de qué tus iras nacen? Yo no intento

TULIA Deja satisfacciones... ¿De qué sirven

inútiles palabras? Hubo un tiempo 1025

en que mi ceguedad se alimentaba

de pueriles, de locos devaneos;

pero, ya, repetidos desengaños

me han quitado la venda. Sí, perverso;

conozco que las teas que se encienden 1030

te llenan de pavor. ¡Ah!, yo no llevo

en dote la corona que codicia

tu loca vanidad. Un puro afecto,

una constante fe; ve aquí las arras

que conduce al altar mi amante pecho; 1035

prendas, sí, muy preciosas para un alma

sensible y virtuosa; más trofeos

despreciables y odiosos para Numa,

que esperaba de Hermilia todo un reino.

NUMA POMPILIO ¿Qué profieres, crüel? ¿Yo posponerte 1040

al esplendor del trono? ¿Al vano incienso

que envuelve los palacios? ¿Al deleite

de ver el maquinal abatimiento

de la infame lisonja? ¿Tú me juzgas

tan débil, tan demente? justo cielo, 1045

¿qué puede compararse con la gloria

de amar y ser amado? ¿Qué embeleso

como el de un corazón que se embriaga

de dulces esperanzas? Yo desprecio,

monarcas de la tierra, vuestra pompa 1050

sin los tiernos y fieles sentimientos

que me ha inspirado Tulia. Sí; una gruta,

un escarpado risco, los desiertos

de la Libia, si Tulia me acompaña,

serán para mi amor tronos e imperios. 1055

No lo dudes, mi bien; tu blanca mano

es la felicidad que ansioso anhelo.

Testigos son los dioses...

TULIA Sí, los dioses

saben tus falsedades. Yo no invento

ilusiones. ¿Lo fueron tus tibiezas? 1060

¿La pretensión de Tacio? ¿Los misterios

de la insensata Hermilia? ¿La ternura

con que aquí la llamabas? ¡De ira tiemblo!

¿Cómo para el ingrato no hay suplicios?

Pero basta de quejas. Sólo vengo 1065

a librarte, traidor, de la violencia

con que al ara te arrastran. Cobra aliento.

Dile a Rómulo, dile que no adorne

el tálamo nupcial; que el blando fuego

que me abrasaba el alma se ha extinguido 1070

cual leve exhalación; que te aborrezco;

que jamás te amaré.

NUMA POMPILIO Detén el labio,

si no quieres, tirana, que el exceso

de mi dolor me acabe. Amada Tulia;

confieso que el tiránico precepto 1075

de un funesto deber, tan suave lazo

me obligó a renunciar. Mas ¿cuáles fueron

mis congojas entonces? Estos troncos

son testigos del bárbaro despecho

de mi ardiente pasión. Mis tristes ayes 1080

sin cesar resonaban en los huecos

de sus rotas cortezas, y las grutas

tu nombre articulaban a lo lejos.

¡Ay, qué horribles instantes! El delirio

me arrastraba a la muerte; y si los cielos 1085

hubieran decretado el duro choque

entre Roma y Sabinia, por los densos

escuadrones hubiera penetrado,

despreciando los tiros; y cubierto

de mortales heridas, a tus ojos, 1090

víctima del amor, hubiera muerto.

(Con expresión que va creciendo por grados.)

 

Ve aquí toda mi culpa. Mas, ¡ay triste!,

que yo no te ofendí Tú, amado dueño,

sabes cuán poderosas son las voces

del honor y la patria. Sí; yo advierto 1095

más tranquilo tu rostro. Tú disculpas

al desgraciado Numa Hados adversos;

al pie de los altares, cuando enciende

sus lucientes antorchas Himeneo,

¿huirá Tulia de mí?... No; yo conozco 1100

su tierno corazón. Mitiga el ceño;

cesen, mi bien, las iras o tu espada

termine mi dolor. Ve aquí mi pecho.

(Se arrodilla, presentándole el pecho)

 

TULIA ¿Dónde aprendiste, dónde, ese lenguaje

de seducir las almas? ¡Que sabiendo 1105

la magia de tus voces, mis oídos

se presten a su encanto lisonjero!

No, engañoso; yo huiré de tus ficciones,

de esos halagos pérfidos que temo

más que la misma muerte. Adiós, ingrato... 1110

¡Ah Numa!... Adiós...

NUMA POMPILIO (Deteniéndola.) Crüel, oye un momento.

¡Tú olvidarme resuelves! ¡Ay!, ¿no bastan

para desagraviarte los acerbos

pesares que me afligen? ¿Qué peñasco,

qué rudo pedernal, qué duro acero 1115

formó tu corazón? Crüel; las fieras

son menos inflexibles. En el centro

de esas hondas cavernas, donde braman

las carniceras tigres mi tormento

hallará la piedad que en ti no encuentra. 1120

Mas ¿para qué la busco, si aun detesto,

la clara luz del día? Presto, injusta,

saciarás tu ojeriza. Sí; yo espero

que no tarde la muerte... Mas ¿qué digo?

Aquí mismo, a tus pies, ten el consuelo 1125

de mirarme expirar.

(Saca la espada, y al arrojarse sobra ella le detiene TULIA)

 

TULIA Mi bien, ¿qué haces?

Detén el brazo... ¡Oh dioses!

¡Qué oigo, cielos!

¿Yo tu bien, Tulia mía?

TULIA Sí; tú sabes

que Tulia es débil, y que el triunfo es cierto.

NUMA POMPILIO Deja, mi dulce amor...

(Al arrodíllarse se oye estruendo de guerra.)

 

VOCES ¡Al arma; al arma! 1130

NUMA POMPILIO ¿Mas qué voces son éstas?

TULIA Yo recelo

nuevos males. El campo se conmueve.

¿Si acaso los romanos han dispuesto

algún ataque? Mas sin orden, ¿cómo

se atreven?

NUMA POMPILIO Ve, mi bien, a contenerlos; 1135

que yo lo mismo haré con los sabinos.

TULIA Mi vista sola calmará este exceso.

 

Escena VIII

 

NUMA y SABINOS, que toman arrebatadamente las armas.

 

 

SABINOS ¡A las armas!

NUMA POMPILIO Sabinos, ¿dónde vais?

¿Qué riesgo os sobresalta? Deteneos;

las iras refrenad.

 

Escena IX

 

 

NUMA, los SABINOS, HERMILIA y matronas sabinas, que salen despavoridas.

 

 

HERMILIA ¡Acude, Numa! 1140

Las voces y el rumor son hacia el templo

Mi padre es quien peligra. Justos dioses,

su vida conservad o yo fallezco.

NUMA POMPILIO Seguid, todos, mis pasos

 

Escena X

 

 

HERMILIA, SABINOS y OSTILIO, que llega agitado.

 

 

OSTILIO Noble Numa...

NUMA POMPILIO ¿Qué ha sucedido, Ostilio? Di, ¿qué es esto? 1145

¿Qué es de Tacio?

OSTILIO Expirando lo conducen.

NUMA POMPILIO ¡Qué escucho, hado crüel!

HERMILIA ¡Cielos, yo muero!

 

(NUMA y los demás sabinos quedan en actitudes que expresan el dolor y el espanto. Hermilia se desmaya en los brazos de las sabinas; y mientras OSTILIO sigue hablando, vuelve a recobrarse.)

 

 

OSTILIO Hechas las libaciones, consumidas

las sangrientas entrañas en el fuego,

y jurados los pactos ambos reyes 1150

en el sagrado umbral se despidieron.

Entramos en el verde laberinto

que forman los robustos y altos fresnos,

y al llegar a esa peña cuya punta

domina todo el bosque, diez guerreros 1155

que tras su ruda mole se ocultaban,

en ruidoso tropel nos embistieron

Las repentinas voces, y los dardos que,

silbando por cima de los yelmos

cayeron en la hierba, nos sorprenden; 1160

pero, desesperados y resueltos,

apretando en las manos las espadas

corremos como fieras a su encuentro.

Resuena el martilleo de las armas

en torno de la selva, y por el viento 1165

vuelan en leves piezas los plumajes.

Los traidores persiguen con empeño

al débil Tacio, intrépidos nosotros,

procuramos entonces defenderlo.

Aquí y allí corremos a cubrirlo 1170

con los fuertes escudos, nuestros pechos

respiran con afán; unos y otros

nos apiñamos; Tacio, siempre en medio

del confuso tropel, titubeaba.

Pero, al fin, la fatiga, el desaliento, 1175

nuestra desgracia, ¡oh dioses!, no lo pudo

librar del mortal golpe. Cayó al suelo

el miserable anciano; los traidores

huyeron hacia Roma, y en su seno,

horroroso taller de iniquidades, 1180

los viles regicidas se escondieron,

sin que el Cielo, testigo del delito,

vibrase el rayo, concitase el trueno.

Pero Tacio...

 

Escena XI

 

 

TACIO, herido, en los brazos de cuatro guerreros. HERMILIA y NUMA se arrojan a sus pies, y OSTILIO y los demás sabinos forman el cuadro del dolor y la turbación.

 

 

NUMA POMPILIO Señor...

HERMILIA Padre...

TACIO Hijos míos...

HERMILIA ¿Cómo a tan fiero golpe no fallezco! 1185

NUMA POMPILIO ¿Qué manos alevosas se han armado

contra esas nobles canas? ¿Quiénes fueron

los viles homicidas? ¡Ah, mi rabia

los sabrá descubrir!

TACIO ¡Míseros! Ellos

no son los verdaderos delincuentes. 1190

Quien les dictó las órdenes, quien, fiero,

puso en sus crueles diestras los puñales,

ése es, Numa, el traidor, ése es el reo.

En fin Rómulo, amigos, ha triunfado

de este débil rival por unos medios 1195

que detesta el honor. Perdona, Numa,

sé que debes sentirlo; mas yo debo

hacer a la verdad esta justicia.

NUMA POMPILIO ¿Qué profieres, señor? ¿Cómo? ¿Yo puedo

ser parcial del delito? ¿Cuándo, dioses, 1200

tuvo Numa tan viles sentimientos?

TACIO No te juzgo malvado. Mas, ¡ay triste!,

que una pasión te ciega. En otro tiempo

mi ultrajada vejez recibiría

este golpe fatal con el consuelo 1205

de ver un vengador en ese brazo.

Pero ya Numa es otro, y yo fallezco,

cercado de temores y congojas

que aceleran mi muerte, conociendo

que arrastro hacia la tumba las reliquias 1210

de nuestra libertad. ¡Mísero pueblo,

sin apoyo, sin guía! ¡Destrozado,

si resiste...; infeliz, si humilla el cuello!

HERMILIA ¡Oh padre! No imagines que ese ingrato

pudiera ser jamás apoyo nuestro. 1215

¿Dónde está su virtud? ¿Es heroísmo

abandonar su patria entre los riesgos

que la cercan? ¿Besar la injusta mano

que avara forja nuestros duros hierros;

que ha vertido la sangre del más justo 1220

de los reyes? ¡Oh dioses! No son éstos

los héroes de Sabinia. Sí, inhumano;

vete a Roma, y si acaso el embeleso

de tu adorada Tulia algún sentido

te deja libre, admira el noble esfuerzo 1225

con que en justa venganza de esta ofensa

coronados de gloria perecemos.

OSTILIO Tranquilízate, ¡oh rey! Todos sin Numa

lidiaremos constantes; y si el ceño

no serenan los hados y conceden 1230

a Roma la victoria, prometernos

labramos de cadáveres romanos

un sangriento y horrible mausoleo.

¿Son estos, compañeros, vuestros votos?

SABINOS Sin Numa todos combatir sabremos. 1235

NUMA POMPILIO Hermilia, Tacio, amigos, ¿cuándo Numa

su patria abandonó? Sí; yo confieso

que la violenta llama que en mis venas

las seductoras gracias encendieron

de esa bella romana, me consume, 1240

se enciende más y más; pero mi pecho

jamás ha vacilado entre la patria

y esta ardiente pasión. Si un devaneo,

hijo de mi delirio, ha sustentado

mis vanas esperanzas, ya las pierdo. 1245

nunca, sabinos, nunca el verde mirto

me tejerán las manos de un protervo

que, con la frente erguida, ante los dioses

comete los perjurios, que soberbio

atropella la fe, rompe los pactos, 1250

y no excusa rigor, no omite exceso

que halague su ambición. ¡Ah! Yo lo juro

por la sangre que mana de este seno,

trono de la virtud; por esos dioses

que Rómulo ha ofendido. Sí; detesto 1255

este funesto amor, este delirio

tirano de mi gloria. Ya soy vuestro,

valerosos sabinos; con vosotros

o vencer o morir sólo deseo.

TACIO Ven, mi querido Numa; ven y estrecha 1260

a este infeliz amigo. Ya contento

tu espíritu, rompiendo sus prisiones

volará hacia los dioses, pues os dejo,

sabinos, un caudillo... Mas la muerte

su hielo esparce por mía yertos sus miembros... 1265

Acercaos, hijos míos... Que yo os mire

por la postrera vez.

HERMILIA ¡Ah!, mi tormento

unirá mis cenizas a las tuyas

NUMA POMPILIO ¡Ah. buen Tacio! ¡Ah señor!

TACIO Hijos; mi anhelo

fue conservar en paz vuestros hogares, 1270

pero escuchar mis votos no quisieron

las sagradas deidades... Hoy, sabinos,

que lidiéis con valor os aconsejo

por vuestra libertad... La servidumbre

no es estado de hombres... ¡Crueles hierros! 1275

¿a quién no hacéis temblar?... Sensible Hermilia,

enjuga el tierno llanto... De consuelo

te sirva tu virtud... Numa, no olvides

a la hija de Tacio... ¡Santos cielos;

compadeced la suerte del sabino!... 1280

Hijos míos... ¡Oh dioses!... Protegedlos... (Muere.)

HERMILIA ¡Amado padre!...

NUMA POMPILIO ¡Cielos; no resisto

tan duro golpe!

OSTILIO ¡Oh Tacio! Vengaremos

tu desastrada muerte

SABINOS ¡A la venganza!

NUMA POMPILIO Eso sí, amigos míos, nuestro acero 1285

este bosque fatal de sangre inunde.

Inflame vuestras iras el aspecto

de este helado cadáver. Ved sus labios,

órganos de la ley, en un eterno

silencio sepultados. Ved su frente, 1290

la augusta frente que sostuvo el peso

de la regia corona. Mas, ¡ay triste!,

que ya pálido, exánime, ha depuesto

el oro sobre el polvo. Avara mano

se lo arrancó, violando los derechos 1295

más justos y sagrados. Mano aleve,

instrumento de crímenes; yo espero

que los dioses castiguen tus crueldades.

Ellos fulminarán desde los cielos

sus rayos destructores. En sus ejes 1300

conmoverán el Orbe; y, al violento

y espantoso vaivén, la altiva Roma

inclinará sus torres hasta el suelo.

Desplomada caerá, como peñasco

desprendido del monte. Oíd mis ruegos, 1305

justos dioses. Vengadnos. Hoy enseñe

vuestro potente brazo a los perversos

que hay rayos, que hay justicia, que no siempre

toleráis la maldad. Y este tremendo,

este triste y funesto desengaño 1310

consérvese indeleble en los fragmentos

de esa aleve ciudad, para que sirva

a la perfidia de perpetuo freno.

Venganza, dioses, escuchad las voces

de nuestra angustia, del agravio nuestro

Acto tercero

La misma escena del bosque sagrado, y campamento. En el centro una pira de troncos gruesos, ardiendo. Al lado un ara que figure ser de un trozo grande de mármol, sobre la cual estarán la segur, las tazas del vino sacro y la naveta del incienso. Alrededor habrá por el suelo, maniatados y dispuestos para el sacrificio, algunos corderos y ternerillos con las pezuña y pitoncillos dorados, sartas de flores enredadas por las testas, etc.

 

 

Escena I

 

 

NUMA y HERMILIA, en medio de la escena, contemplan llorando una pequeña urna puesta en el suelo, donde se supone recogidas las cenizas de TACIO. Todos los sabinos, apiñados alrededor, manifiestan su dolor con los más expresivos ademanes.

 

 

HERMILIA Regias cenizas, venerables restos

del mejor de los padres y monarcas,

sombra augusta, que escuchas desde el centro

de ese fúnebre vaso nuestras ansias;

¿cómo a la voz de Hermilia enmudecéis? 1320

¿Acaso extingue la funesta Parca

el paternal amor? ¿Acaso borran

del turbio Lete las revueltas aguas

tan amables memorias? Mas, ¡ay triste!,

que en vano gimo, en vano mis plegarias 1325

dirijo a un yerto polvo. Inmenso espacio

nuestra existencia, ¡oh mísera!, separa.

¡Fiero dolor!... Adiós, dulces reliquias.

Adiós, ¡ay!, para siempre. Eterna calma

los cielos os concedan.

NUMA POMPILIO Justo Tacio; 1330

recibe el en que se exhala

la gratitud de Numa y la de tantos

como limen tu muerte y su desgracia.

¿Quién nos consolará? ¿Quién, en los males

que prueban sin cesar nuestra constancia, 1335

nos prestará el alivio? Mas ¿qué digo?

Todos fundan en ti sus esperanzas.

¡Ay!, no nos abandones. Si ya pisas

las amenas y plácidas campañas

de los sacros Elisios, ¡ah!, dirige 1340

tus benignas y amantes ojeadas

a nuestros tristes lloros... Adiós, padre...

¡Ay, qué dolor apura las amargas

corrientes de mis ojos!...

HERMILIA Padre; admite

estos ardientes ósculos que estampa 1345

mi labio en tus cenizas. Los postreros,

sí, los postreros son... ¡Cómo no acaba

mi aborrecible vida al duro filo

del dolor que me oprime y despedaza!

NUMA POMPILIO Venid, amigos míos; conduzcamos 1350

estos preciosos restos.

HERMILIA Que me arrancan

el corazón... ¡Oh dioses!... Padre mío;

pronto a tu sombra me unirá la Parca.

NUMA POMPILIO La tierra, justo Tacio, te sea leve.

SABINOS Adiós, buen rey, adiós. En paz descansa. 1355

 

Escena II

 

 

Un guerrero toma la urna en brazos; y todos la acompañan hasta la entrada de la tienda. OSTILIO, apresurado, y los DICHOS.

 

 

OSTILIO Sabinos, esperad. Los justos dioses

oyeron nuestros votos. La venganza

nos ofrecen propicios este día.

NUMA POMPILIO ¿De qué manera? Di.

OSTILIO La altiva planta

el tirano dirige a nuestro campo, 1360

sin más escolta que su loca audacia.

Ya no dista dos tiros de saeta;

conque a saciar, sabinos, nuestra rabia

en su alevosa sangre. Por mil bocas

precipítese airada su vil alma 1365

en el profundo abismo. Nuestro agravio

venguemos, compañeros. Esta espada

el ejemplo os dará. Seguidme todos.

SABINOS ¡Muera el tirano, muera!

NUMA POMPILIO Ostilio, aguarda.

Sabinos, esperad. Oídme. ¿Adónde 1370

las frenéticas iras os arrastran?

¿Qué furia del Averno se apodera

de vuestros crueles pechos?

OSTILIO Numa, aparta.

¡Qué pretendes? ¡Tú impides que ese monstruo

aplaque con su sangre la ultrajada 1375

sombra de Tacio?

NUMA POMPILIO No, yo no lo impido,

antes pretendo, al, desagraviarla;

pero no con un crimen. Si el tirano,

por saciar su ambición, su nombre infama,

denigra su memoria, los sabinos 1380

no deben imitarlo en su venganza.

Sí, guerreros ilustres, cuando anime

el malvado sus bélicas escuadras;

cuando armado del dardo y de la pica

provoque nuestro ardor en la campaña, 1385

entonces asaltadlo, perseguidlo

hasta que muerda con mortales ansias

la ensangrentada tierra. De otro modo,

contraerá nuestro honor la torpe mancha

de una indigna traición, y el justo Tacio 1390

sentirá que lo venguen con infamia.

OSTILIO Cedo, aunque a mi pesar.

NUMA POMPILIO Fuertes guerreros,

evitad la ignominia. En la borrasca

que ha movido el rigor de nuestros hados,

la muerte es lo de menos, si en la tabla 1395

que a los buenos presentan las virtudes

hoy nuestra gloria, nuestro honor se salva.

 

Escena III

 

 

NUMA, HERMILIA, OSTILIO, RÓMULO y SABINOS

 

 

RÓMULO Os contemplo, sabinos, penetrados

de la pena más grande.

La desgracia del inocente Tacio será asunto 1400

de gemidos y llantos, mientras haya

corazones sensibles que veneren

las ínclitas virtudes. ¡Ah!, la espada

que atravesó su pecho es imposible

que algún genio infernal no la guiara. 1405

Mas no quedará impune. Si los velos

que ocultan el delito no se rasgan

al golpe de mi cetro, las deidades

que registran los senos de las almas,

sus rayos lanzarán contra los viles 1410

que osaron derramar sangre tan cara.

NUMA POMPILIO Por las deidades, Rómulo, que ceses

una vez de insultamos. Di, ¿qué trazas?

¿Vienes a ver tu obra? ¿A deleitarte

con las copiosas lágrimas que bailan 1415

este bosque fatal, fiero teatro

de tus dolos, traiciones y asechanzas;

o vienes a elegir, entre esta turba

de infelices que injurias y maltratas,

otra inocente víctima que adule 1420

tu ambición y crueldad? ¿A quién señalas

para el golpe insidioso que dispone

tu falso disimulo? Ya las aras,

los juramentos, los mentidos pactos

serán vanos recursos. Tus falacias 1425

nos han escarmentado. Vete, vete;

imagina otros medios con que abatas

nuestra noble altivez. Mas no te canses;

todo inútil será; prevén las armas.

RÓMULO Sin duda el sentimiento ha trastornado 1430

tu ofuscada razón. Sí; tal audacia

es hija de un delirio. Mas ¿qué digo?

Sólo tu altanería te embriaga.

¿Yo perjuro? ¿Yo aleve? ¿Yo homicida?

¿Sobre qué fundas, Numa, tan osada, 1435

tan torpe acusación? Dirás que a Roma

los traidores huyeron. ¿Y esto basta?

¿Fueron mis Capitanes? ¿Armó acaso

mi precepto la pérfida celada? '

¿Les mandé dar asilo? ¿Pude, entonces, 1440

salirles al encuentro en las murallas?

Luego ¿por qué me culpas?

HERMILIA Porque sabe

que nadie sino Rómulo insidiara

la vida de mi padre. ¿Qué romano

se quejó en algún tiempo de sus canas? 1445

¿A quién sus justas leyes oprimieron?

¿No consoló, piadoso, las desgracias

del inocente huérfano? ¿Los llantos

de la infelice viuda? ¿Las plegarias

del miserable anciano, del guerrero, 1450

del labrador, de todo el que imploraba

su benigna clemencia? Luego ¿cuáles

fueron sus enemigos?

RÓMULO Los que braman

como sañudas fieras bajo el yugo

de las severas leyes, duras trabas 1455

de perversas pasiones. ¿Quién ignora

que el que tiene en su diestra la balanza

de la inflexible Astrea, no se libra

de los tiros del vicio, que batalla

por romper sus cadenas?

OSTILIO Nunca el vicio, 1460

por más que sea feroz, sus iras arma

contra unas leyes justas; y, así, sólo

morderá las cadenas que le labran

los tiranos, los Rómulos; pues temen

aun las mismas virtudes arrastrarlas. 1465

RÓMULO ¿Qué desacato es éste? ¿Conque todos

se atreven a insultarme? Tanta audacia

sabré yo refrenar.

OSTILIO (Empuña.) ¡Viven los dioses!

NUMA POMPILIO Tente, Ostilio.

RÓMULO ¿Qué es esto? ¿Me prepara

la traición algún lazo? ¿Qué me dicen 1470

esas fieras y ardientes ojeadas;

esos locos amagos, esas iras

que en vuestro torvo ceño se retratan?

¡Ah, que mi confianza me ha perdido?

¿Qué pretende, malvados, vuestra saña? 1475

Si queréis destrozarme, llegad todos;

perfeccionad el crimen. Ya os aguarda

mi magnánimo pecho, como roca

que embravecidas olas no contrastan.

Yo expiraré a los golpes de la infame 1480

perfidia, sí; mas antes que la Parca

este brazo desarme, muchas vidas

serán despojos de mi invicta espada.

NUMA POMPILIO Tranquilízate, Rómulo. Tu orgullo,

tu doblez, tu crueldad y tus falacias 1485

el premio que recelas merecían;

pero no son capaces de una infamia

los ilustres sabinos. Pronto el rayo

de nuestra indignación dará, en campaña,

su terrible estallido. Sí, perverso; 1490

cuantos miras presentes se preparan

a quitarte la vida. Ni trincheras,

ni escuadrones, ni fosos, ni murallas

detendrán nuestra furia. El mismo Marte

no te podrá librar, aunque te armara 1495

con su sagrado yelmo, y a tu lado

blandiese fiero su terrible lanza.

Tu sangre beberemos; no lo dudes

Lo hemos jurado, Rómulo y a las sacras

deidades de este bosque; y el sabino 1500

sus juramentos santos no quebranta.

RÓMULO Intentáis ardua empresa. Qué ¿tan presto

se olvida vuestra ciega pertinacia

del valor con que Rómulo confunde

sus débiles contrarios? ¿Quién aguarde 1505

los golpes que fulmino? ¿Quién resiste

sólo un amago mío, una mirada?

¿Juzgáis intimidar mis vencedores

guerreros con pueriles amenazas?

¡Os tengo compasión! Sedme testigos, 1510

deidades inmortales, que mi saña

provocan los sabinos. No ha bastado

a templar su furor la tolerancia

con que los he sufrido. Ya me miro

forzado a castigar Sus temerarias, 1515

sus locas pretensiones. Sí, rebeldes;

pronto, con el acero a la garganta,

imploraréis humildes mi clemencia;

y entonces besará vuestra arrogancia

la pesada cadena, y a los avece 1520

de pasto servirán vuestras escuadras. (Vase.)

 

Escena IV

 

 

NUMA, HERMILIA, OSTILIO y SABINOS.

 

 

NUMA Lo postrero en tal trance elegiremos,

Ya, fuertes compañeros, está echada

la formidable, la dudosa suerte.

Antes que apague su luciente llama 1525

el padre de los días en el seno

del océano inmenso, nuestras ansias

cesarán con el triunfo o con la muerte.

No se entibie el ardor que nos inflama,

ese divino rayo que la gloria 1530

desde su eterno templo nos dispara.

Tengan todos presente en el combate

que lidian por sus hijos, por su patria,

por su propio interés. Cada cual sepa

que, si el puesto que ocupa desampara, 1535

no tiene más asilo que los hierros.

Discurramos, en fin, que a nuestra espalda

desparece la tierra, y que es forzoso

romper por los contrarios a buscarla.

Pero tales avisos serán vanos 1540

si no los dicta el labio de un Monarca.

Yo no aspiro a este honor, por más que Tacio

su cetro y su laurel me encomendara.

Nombradlo a vuestro agrado. Sea el que fuere,

obedecer sabré; y en la batalla, 1545

la senda que me muestre su plumaje

ésa siempre hollará mi heroica planta.

OSTILIO Ninguno como tú podrá guiarnos

a la gloria, en las arduas circunstancias

del trance en que nos vemos. Compañeros; 1550

yo no daré otro voto. ¿Os desagrada

la elección?

SABINOS. Ciña Numa la corona.

NUMA POMPILIO Yo admitiré ese honor sin repugnancia

si la divina Hermilia, desde el trono,

me da para subir su mano blanca. 1555

HERMILIA ¿Por qué mi auxilio imploras, si te presta

tu sublime virtud tan dignas alas?

¡Ah generoso Numa!, yo te libro

del fatal sacrificio a que te arrastran

los ruegos de mi padre. Sí; mi mano 1560

sé bien que labraría tu desgracia.

Tu amante corazón gime y suspira,

sin poder arrancarse la dorada

saeta que lo hiere; y mis halagos,

lejos de derramar en la honda llaga 1565

un saludable bálsamo, tus penas,

tus graves inquietudes aumentaran.

Pues no exaspere, Numa, nuestros males

un estéril deber. Si desagravias

la sombra de mi padre; si disipas 1570

los peligros que cercan a mi patria,

¿el cetro qué me importa? Yo reduzco

a tu felicidad mis esperanzas.

NUMA POMPILIO ¡Ah virtuosa Hermilia; cuánto exceden

las prendas de tu espíritu a las gracias 1575

de esa feroz beldad! Divina Hermilia;

líbrame, por los dioses, de esta llama

que devora mi pecho. Tú, tú sola

podrás con tus ternezas apagarla.

¿Qué no destruye el tiempo? ¿Qué no cede 1580

al ruego y al cariño? ¿A quién no encantan

las heroicas virtudes? Sí; en tu mano,

en esta blanca mano está cifrada

mi ventura. ¿Qué temes? ¿Imaginas

que yo no te amaré? ¿Tendré yo un alma 1585

tan dura, tan indócil?

HERMILIA No, mi Numa;

no me aborrecerás si no me amas.

Yo registro tu pecho... Mas, ¡ay triste!,

que no es un dulce amor quien nos enlaza.

Tacio...; tu honor..., la suerte...

NUMA POMPILIO No, mi duele; 1590

tus méritos me rinden. Ven al ara;

enciéndanse las teas. ¡Oh Citeres!

Muéstrate favorable en las entrañas

de las simples palomas; y el disgusto

nunca marchite la nupcial guirnalda. 1595

(Al conducirla por la mano al ara, suena dentro estrépito de guerra)

 

Pero ¿qué estruendo es éste?

OSTILIO Todo el campo

en movimiento mira.

HERMILIA Ya extrañaba

que mi dicha no diese en un escollo.

 

Escena V

 

 

Un SABINO y los DICHOS.

 

 

SABINO No os detengáis, sabinos. A las armas

corramos presurosos. Los romanos 1600

por tres distintas partes nos asaltan.

Ya nos hieren sus rápidas saetas,

y las nubes de polvo que levanta

el confuso tropel de las cohortes,

la clara luz del sol nos arrebatan. 1605

Es, pues; coronemos al instante

esas robustas y trabadas hayas

que intentan escalar los enemigos,

y hallen en cada pecho una muralla.

NUMA POMPILIO Seguidme, compañeros.

HERMILIA A tu lado, 1610

nueva Belona, blandiré la lanza.

NUMA POMPILIO No, mi bien; a tu tienda te retira.

Parte, Ostilio, defiende con tu escuadra

esa parte. O la muerte o la victoria

ordeno a tu valor.

OSTILIO. Ten confianza. 1615

Guerreros; a lidiar por la justicia.

SABINOS Volemos a morir o a vindicarla.

 

Escena VI

 

 

HERMILIA y las SABINAS.

 

 

HERMILIA Las deidades os guíen y, severas,

contra el tirano Rómulo combatan.

SABINA 1.ª Ya de las armas el terrible estruendo 1620

atruena todo el bosque.

SABINA 2.ª Suerte airada.

¿Si triunfará el romano?

SABINA 1.ª ¿Qué destino

tu implacable ojeriza nos prepara?

HERMILIA Ved cómo, al duro golpe de los dardos,

comienzan a exhalar las nobles almas 1625

nuestros fuertes guerreros. Entre el polvo,

las voces y el tropel, los yelmos saltan,

vuelan las picos, los escudos rueden

sobre la roja yerba. ¡Cielos! ¡Cuánta

sangre, cuánto sudor por todas partes 1630

con el afán y el hierro se derrama?

SABINAS ¡Oh día lamentable!

HERMILIA Más, sabinas,

más infausto fue aquel en que, insensatas,

dejamos nuestros plácidos hogares

por la pérfida Roma. ¡Qué de ansias 1635

este yerro nos cuesta! Mas, ¡ay triste!,

que los sabinos ceden. Las escuadras

enemigas inundan los reales,

como torrente rápido que baja

de las excelsas cumbres, arrollando 1640

las peñas y los árboles que arranca.

SABINA 2.ª ¿Qué haremos? ¡Ay! ¿Adónde esconderemos

nuestros hijos?

SABINA 1.ª ¡Oh madres desgraciadas!

Huyamos a los montes.

SABINA 3.ª ¡Dioses justos;

apiadaos de nosotras!

 

Escena VII

 

 

HERMILIA, sola.

 

 

¡Pena amarga! 1645

Ya se ha perdido todo; se ha perdido

la libertad, la gloria... Ya no hay patria;

ya no hay Sabinia... Númenes terribles,

¿dónde está la justicia? ¿Vuestra saña

cuándo terminará? Pero ¿qué miro? 1650

¿Cómo volvéis, sabinos, las espaldas?

¿Adónde vais, cobardes?

 

Escena VIII

 

 

Algunos sabinos atraviesan, huyendo. HERMILIA, TULIA y ROMANOS.

 

 

TULIA No sigáis

esa tímida turba. A mí me basta

esta aleve sabina para triunfo.

HERMILIA ¿Y qué importa que triunfes de una flaca, 1655

de una infeliz mujer, si aun te disputan

muchos nobles guerreros la ventaja

que esos viles te ofrecen?

TULIA La victoria

les cedo a trueque de poner la planta

sobre tu infame cuello. Conducidla. 1660

HERMILIA Apura tu furor; tu enojo sacia,

implacable mujer, pero no esperes

que tus rigores mi valor abatan.

No me sorprende el hado. Bien sabía

que sin designio esparce sus guirnaldas 1665

la mudable Fortuna, y así miro

con sereno semblante las desgracias.

TULIA Tú gemirás al fin.

HERMILIA Antes espero

que tus iras se cansen.

TULIA Arrastradla;

sumergidla en los hierros, y suspire 1670

entre la turba vil de mis esclavas.

 

Escena IX

 

 

NUMA, por el centro, con algunos sabinos. Traban el combate con los romanos; y al retirarse éstos vencidos, salen por la izquierda algunas tropas romanas que cercan a NUMA y a los suyos. Lidiase con tesón; y opresos al fin los sabinos, quedan rendidos y desarmados, formando un cuadro pintoresco, cuyo grupo principal se compone de TULIA, HERMILIA y dos guerreros que han aprisionado a NUMA.

 

 

NUMA POMPILIO Sabinos; defendamos vuestra reina.

TULIA Antes seréis despojo de mi espada.

NUMA POMPILIO ¿Por qué la vida, dioses, me dejasteis?

TULIA Porque tu eterno llanto satisfaga 1675

su justa indignación. Infiel; ¿creíste

que a mis suspiros, quejas y plegarias

ensordecieron los sagrados dioses?

¿Te persuadiste, aleve, que dejaran

impune tu traición? ¿O imaginaste 1680

que no fuese delito tu mudanza?

Desengáñate, ingrato, y reconoce

que no son insensibles a las ansias

de un amante, que nada los irrita

como la ingratitud y la inconstancia. 1685

NUMA POMPILIO No me atormentes, Tulia; no dupliques

mis congojas mortales. Yo te amaba

cuando amarte podía sin delito;

pero, así que el peligro de mi patria

me instruyó en mi deber, fue necesario 1690

ser ingrato contigo por salvarla.

Mas, ¡ay!, que se han frustrado mis desvelos.

En medio de este bosque, donde nadan

en tibia sangre los hendidos cráneos,

los yertos miembros, las deshechas armas 1695

de mis fieles amigos, me conservan

los dioses una vida, que me cansa,

para funesto ejemplo de sus iras.

Yo, miserable pueblo, soy la causa

de tu horroroso estrago. Sí; los cielos 1700

tu inocencia clementes perdonaran

el tu suerte de mí no dependiese;

de mí que arrastro asido a mis pisadas

el acerbo infortunio, emponzoñando

el aire que respiro. ¡Oh, cuán infausta 1705

fue la elección de Tacio! ¿Por qué, Hermilia,

cediste generosa a mis instancias?

¿Por qué diste la mano a un desdichado,

a un infeliz, objeto de la saña

del Cielo y de la tierra?

HERMILIA Porque nunca 1710

la virtud desmerece en la desgracia.

Sí, mi Numa; no temas me arrepienta

de ser tu fiel esposa. En la garganta

de la calamidad que nos devora,

tu amor es mi consuelo... Mas, ¡ay ansias!, 1715

que cesó tu deber, cesó el empeño,

cesaron los clamores de la patria,

y tu pasión no cesa... Pronto, pronto

enjugarás el llanto. Entre sus alas

te arrullará el amor; y si la gloria 1720

te saca alguna vez a la campaña,

será para volver, con mil naciones

uncidas a tu carro, a las murallas

de la orgullosa Roma, donde fina

tu arnés destrence la beldad que amas. 1725

Pero no lo veré... Ya el lento filo

de mis fieros pesares, en el alma

honda llaga habrán hecho; y de la Estigia,

errante y triste, pisaré las playas.

NUMA POMPILIO ¿Qué dices, bella Hermilia? ¿Te persuades 1730

que olvide yo la sangre derramada

de tantos infelices? ¿Tus ternezas,

tus ayes, tu dolor?...

TULIA Aleve, calla.

¿Cómo a mis ojos, pérfido, te atreves

a ostentar tu traición? ¿Quién tal audacia, 1735

quién tal descaro tuvo?, No sé cómo

mi rabioso despecho no te arranca

ese infiel corazón, donde se albergan

tantos engaños, osadía tanta.

Mas no es tuya la culpa; la insolente 1740

que aviva con sus lágrimas tu llama,

debe ser el objeto de mis iras.

Guerreros; al momento separadla

de ese traidor, y a Roma se conduzca.

HERMILIA Tus crueldades, ¡oh Tulia!, serán vanas. 1745

¿De qué sirve el rigor? En las prisiones,

cercada de tinieblas, aherrojada

en la desnuda tierra, cada instante

volará, a tu pesar, sobre las alas

de nuestro casto amor, mi pensamiento, 1750

y en mi esposo hallará tranquila calma.

TULIA Yo haré, atrevida, que la muerte extinga

esa loca pasión de que te jactas.

HERMILIA ¡Oh qué débil recurso! Aun ignoramos

si con la vida nuestro amor se acaba. 1755

TULIA Obedeced, romanos.

HERMILIA Adiós, Numa

NUMA POMPILIO Mi corazón, Hermilia, te acompaña.

TULIA Llevadla.

HERMILIA Adiós.

NUMA POMPILIO Adiós.

 

Escena X

 

 

OSTILIO, presuroso, y los DICHOS.

 

 

OSTILIO Numa, respira.

Los cielos han tomado la venganza

que nuestros flacos brazos no pudieron. 1760

NUMA POMPILIO ¿De qué manera, Ostilio?

TULIA Suerte infausta,

¿qué golpe me previenes?

OSTILIO Ya no existe

el ambicioso Rómulo.

HERMILIA ¡Oh sagrada

Providencia!

TULIA ¡Yo muero de despecho!

OSTILIO Rotas ya las trincheras que cercaban 1765

nuestro campo; cubiertos los sabinos

de mortales heridas; sus corazas

y yelmos destrozados; respirando

con angustia y afán; casi agotadas

las fuerzas, sin vigor ni resistencia, 1770

empiezan a ceder. Cada pisada

era un lago de sangre, y el romano

en nuestros yertos cuerpos tropezaba.

El tirano, animando sus cohortes,

más terrible que el dios de las batallas, 1775

en torno fulminaba el fuerte acero,

que al girar por el aire salpicaba

con nuestra sangre su feroz penacho.

Crece su furia; sus guerreros llama;

hiere al caballo con la aguda espuela, 1780

y el iracundo bruto entonces salta,

rompiendo nuestras filas, abollando

con la herradura las bruñidas armas.

Entre tantos horrores, las deidades

oyeron nuestros ruegos. Una espada 1785

que el moribundo brazo de un sabino

esgrimid sobre el polvo en que expiraba,

penetró el ancho pecho de la fiera.

Siente la aguda punta en las entrañas

y, ciego de dolor, mordiendo el freno 1790

que en vano lo contiene, se abalanza

como rápido rayo al precipicio

que forman esas rocas escarpadas.

Tres veces a las riendas el tirano

toda su fuerza aplica, y otras tantas 1795

empinó su estatura el fiero bruto;

mas fáltale la tierra, y a las auras

despechado se arroja. Ruedan ambos

dando tremendos vuelcos por las pardas

y desiguales peñas, cuyas puntas 1800

rompen las duras armas y desgarran

los palpitantes miembros. Yo, sabinos,

a pesar del rumor y la distancia,

escuché el grave golpe de los cuerpos

en el profundo abismo. Las escuadras 1805

atónitas quedaron; se les caen

las picas de las manos; todos clavan

los espantados ojos en las rocas

que arrebataron su feroz Monarca.

Sí, felices sabinos; ya los dioses 1810

han tomado a su cargo nuestra causa;

ya no existe el tirano, y al Averno

nuestra infelicidad consigo arrastra.

TULIA No imaginéis, traidores, que este caso

rompa los hierros que mi agravio os labra. 1815

Si ha fallecido Rómulo, yo existo;

y en tanto que el Senado no proclama

un nuevo soberano, será Tulia

del augusto laurel depositaria.

Guerreros: conducid a la alta Roma 1820

esos dos sediciosos. ¡Vil!, ¿pensabas

burlar mis iras y mirar tranquilo

mi rabioso dolor? No; Tulia manda,

ya está dado el decreto. Una ponzoña

gustaremos; y en hora tan amarga, 1825

tu congoja mayor, tu mayor muerte

serán mis fallecientes ojeadas.

HERMILIA Yo espero que se frustren tus rigores.

TULIA ¿Frustrarse? Pues qué, pérfida, ¿no basta

para desengañarte el infortunio 1830

que lamentas?

HERMILIA Quizá los cielos calman

su indignación. ¿Quién sabe?

VOZ (Dentro) ¡Numa viva!

TULIA ¿Quién estas voces y alboroto causa?

 

Escena XI

 

 

MARCELO, guerreros romanos y sabinos, y los DICHOS.

 

 

MARCELO Generoso sabino, ilustre Numa:

los poderosos númenes que guardan 1835

este sagrado bosque, han castigado

la impiedad que sus aras profanaba.

Roma, sin dueño, gime; mas, prudente,

enjugando sus lágrimas, me manda

que en tu nombre te ofrezca el regio cetro 1840

y el glorioso laurel, que...

TULIA ¡Aleve, calla!

¿Qué pronuncias? ¡Un pérfido en el trono!...

¡La pena y el furor la voz me embargan!

¿Quiénes son los traidores que pretenden

coronar a un sabino?

MARCELO Las escuadras, 1845

TULIA Opondrase el Senado.

MARCELO Poco importa,

si están en nuestras diestras las espadas.

TULIA ¿Y a un extranjero eligen?

MARCELO ¿Qué te admiras,

si han visto su valor en la campaña;

si conocen sus ínclitas virtudes? 1850

Éstas, Tulia, lo elevan; no la patria.

Y, así señor, admite el vasallaje

que juran a tus pies. La paz renazca

en nuestros secos campos. Ambos pueblos

una familia formen, y la insana, 1855

la sangrienta discordia para siempre

brame en el hondo abismo encadenado.

NUMA POMPILIO Admito vuestro don, nobles guerreros,

y juro a las deidades soberanas

conservar siempre en paz vuestros hogares. 1860

Ven, adorada Hermilia, y en las aras

únanos el amor. Pueblos amigos;

coronad vuestras sienes de guirnaldas

de pacífica oliva, y en el templo

demos a Jove las debidas gracias, 1865

TODOS ¡Vivan Numa y Hermilia!

TULIA Mi despecho

ha llegado a su colmo. ¡Ingrato, aguarda!

Romanos, deteneos. ¡Fementido,

escucha a una mujer que idolatrabas,

y que aun ciega te adora! No pretendo 1870

enternecerte, no. Sé que son vanas

las lágrimas que vierto. Sólo, aleve,

sólo sí, te suplico, por las ansias,

que el pecho me destrozan, por mi llanto,

por mis suspiros, ¡ah!, si te fui grata, 1875

si te fui dulce un tiempo, si algún premio

merece mi fineza, que esa espada,

esa diestra crüel, que tantas veces

me prometiste, rompa mis entrañas;

destruya mis alientos... Mas, ¡ay triste!, 1880

que dirijo a una roca mis plegarias...

¿A quién me volveré? Escucha, Hermilia,

escucha a una rival que, despechada,

provoca tus enojos. Teme, injusta,

teme, mientras respire, que la llama 1885

de nuestro antiguo amor turbe el reposo

del lecho que Himeneo te prepara.

Sí, tirana; yo adoro a este inconstante (1)

[Ya ni decoro, ni pudor, ni fama

contendrán mí delirio. No lo dudes. 1890

Mis caricias, mi llanto, aquellas gracias

que alabó en, otro tiempo, de tus brazos

lo sabrán arrancar. ¡Ay! ¿Cómo tardas

en herirme, crüel? ¿Pero qué es esto?

¿Yo suspiro? ¿Yo gimo? ¿A mi contraria 1895

le ofrezco yo este triunfo? Débil Tulia,

¿en este trance tu valor desmaya?

¿Tú mendigas la muerte? ¿Solicitas

ajeno brazo que tu sangre esparza?

¿En dónde están tus iras? ¿Cómo, furias, 1900

estáis ociosas en la opaca estancia

del tenebroso abismo? Ya el incendio

centellea, se agita y se derrama

por mis ardientes venas. ¡Ah!, muramos;

muramos, triste Tulia, sin venganza. 1905

Mas ¿qué digo? ¡No hay dioses? ¿Mis furores

no vendrán desde el Tártaro a tomarla?

Sí malvado; mi sombra, ardiendo en iras,

armará cuantos pueblos el sol baña

contra la altiva Roma. El ancho Tíber 1910

arrollará, sangriento, las corazas,

los yelmos y los miembros de los tuyos.

Estos campos que ves llenos de grama

serán hedionda tumba, y el arado

surcará esos palacios y murallas. 1915

Entonces, sí, traidor, cuando cubierto

de polvo y de sudor, bajo la espada

del fiero vencedor, muerdas la tierra,

entonces llamarás con tristes ansias

a la infelice Tulia; y Tulia entonces, 1920

arrancándote, infiel, esa vil alma,

en medio del tumulto y los clamores

de las horribles furias, despechada,

descenderá, tirano, como en triunfo,

al pavoroso abismo a sepultarla. 1925

Dioses; oíd mis votos, oíd las voces

de un agraviado pecho que embriagan

la pena y el furor, y sea este golpe

infausto precursor de mi venganza. (Se hiere.)

NUMA POMPILIO Tente, Tulia ¡Qué horror?

TULIA Huye, perverso 1930

No aumentes mi agonía... Ya la Parca

te libra de mis quejas... ¿Qué más quieres?

He aquí el triunfo, crüel, de tu inconstancia.] (2)

(Muere.)

 

NUMA POMPILIO Conducidla, guerreros... ¡Ay!, libradme

de ese objeto fatal. Hermilia amada, 1935

no extrañes mi dolor. La quise un tiempo;

fue mi primer amor... Él es la causa

de su trágico fin... ¡Ah!, no soy mármol.

Yo debo lamentar tanta desgracia.

Qué, ¿pudiera ofender mi triste llanto 1940

a la sensible Hermilia?

HERMILIA No me agravian

tus nobles sentimientos. ¡Ah mi Numa!

Su desastre estas lágrimas me arranca.

NUMA POMPILIO Vamos todos al templo. Justos dioses,

velad sobre estos pueblos que se enlazan 1945

con tan estrechos vínculos, y vivan

en la paz, la alegría y la abundancia.

 

 

 

 

EL NUMA (3)

TRAGEDIA EN CUATRO ACTOS, REFUNDIDA POR EL CIUDADANO

DIEGO M. GARAY

representada en el Teatro de Cádiz el 27 de abril del año de 1820 con el plausible motivo de ser día en que sé colocó la lápida de la Constitución.

 

A LOS SEÑORES DIRECTORES Y ACCIONISTAS

del Teatro de Cádiz

A vos, señores, que tan dignamente

en la famosa Gades sostuvisteis

la olímpica mansión, y entre los duelos

de horrible mortandad fuisteis apoyo (4)

del actor infelice y angustiado,

se dirige mi voz; y ¡oh si pudiese

mi indocta musa publicar al mundo

vuestra innata piedad!... A vos ofrece

mi ardiente gratitud el pobre fruto

que mis deseos de agradar sembraron;

que nunca, nunca a la eminente cumbre

del sagrado Elicón subir podría

por otra senda con estéril numen.

Y el devuelvo a la engañosa escena,

fama adquiriendo nuevamente, El Numa,

no un poético ardor, sí la memoria

del insigne Castillo me ha inspirado;

que no deben perderse en el olvido

las sublimes bellezas con que pinta

al héroe de Sabinia. En este ensayo

que adiestrarme grave Melpómene

y acá o no acertó, pero dignaos

de admitirle propicios cual don puro

que os dedica mi fe; corto es sin duda,

mas ¿cuál hubiera de vosotros digno?

 

 

REPARTO

PERSONAJES ACTORES

 

TACIO SR. MATEO FURNIER.

RÓMULO SR. DIEGO MARÍA GARAY.

NUMA SR. MANUEL GONZÁLEZ.

OSTILIO SR. MANUEL FERNÁNDEZ.

TULIA SRA. JUANA GALÁN.

HERMILIA SRA. JOSEFA GARCÍA.

MARCELO SR. JOSÉ ROSALES.

LICTORES. -PUEBLO. -GUERREROS